Un desertor
Juan Palomino Morelo, un día del año 1879, abandonó en pleno desierto las tropas de la conquista para aventurarse a un infierno de sol, piedra y jarilla. Convertirse en desertor era pasar el resto de la vida con una cruz marcada b la espalda y la permanente angustia de haber traicionado la patria.
Deshidratado y hambriento, el milico despertó con un puño húmedo en la frente y la luz que se filtraba por los toldos hizo que achicara los ojos. Juan Palomino sintió una mano en su cara y el sonido del agua estrujar el paño en una vasija. Le dolía el cuerpo y tenía sed; entonces, moviendo los labios quemados, pidió agua. La mujer era joven y el pelo oscuro le cubría el pecho pero le permitió apenas unos sorbos y volvió a enfriar el paño con el que le quitaba la fiebre. Ella se quedó a su lado hasta el final; el sintió como si hubiese pertenecido desde siempre a esa estirpe y tuvieron muchos hijos.
En ese mismo país, para Juan Palomino Moreno, su patria ya no era su antigua patria porque ahora su patria era el desierto. Las piedras y el viento fueron fieles testigos de otros vínculos.
Alejandro Ponce
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