febrero 02, 2011

Nos envían letras para compartir con ustedes


VALLE DE RIO NEGRO “El Hombre y el Río”

El río esconde un sutil secreto de ternura,
algo de sumisa modorra y fogoso coraje,
una armonía modesta despierta en su lecho,
y hace temblar el alma adormecida del paisaje.

__¿Dónde vas, mi río majestuoso, nacido de las frías nieves e intensas lluvias?

__A tierras sedientas, dejándome seducir por el encanto de la naturaleza. Sólo pienso en el hombre que ansioso me espera.

__El serpenteo de tus vertientes vacila en la divina quietud de la montaña, incursionando en caminos posibles, dispuesto a llegar a destino.

__Me despido del sol y las cumbres bañando las rocas de bellos colores. ¿Qué antorcha iluminará hacia la tierra, mi cruzada?

__Lo hará el viento del oeste que sopla esparciendo aromas silvestres, al tiempo que te alejas del silencio omnímodo de las montañas, el arco iris que brilla bajo los puentes y el verdor de los bosques que crecen junto a tus aguas transparentes.

__Mientras más avanzo, mi deseo por continuar aumenta, no recuerdo cuando empecé a soñar con árboles coposos, mansos y nobles.

__Tu valle mantiene y preserva vestigios de aquel desierto patagónico, cuna del indio. Pero el paisaje se ha transformado en un lugar casi idílico, plantas y jardines de cultivo que se nutren de tus mantos acuíferos.

__El tenue rumor de mis aguas que bañaron las infértiles tierras en las horas más plácidas de los días prósperos, convirtieron mi valle en el paisaje familiar soñado. Aquellas manos del inmigrante laborioso, lastimadas por la pala y la azada, aquellos pies adormecidos por el frío de la cruel helada, fueron mis compañeros hacedores, con los que presencié el nacimiento de los manzanares. Gigantes cabelleras vegetales cubrieron los yermos. Blancas sus flores, verdes sus hojas y rojas sus manzanas, hoy orgullo rionegrino decorando las góndolas del mundo.

__Al observar el valle justo antes del atardecer, cuando se incendia el cielo, vemos que los rayos rojizos iluminan los frutales y las sombras se desplazan con lentitud. Entonces, cada uno de sus habitantes empezamos a sentirnos un producto más de tu labor constante. La belleza de las imágenes pertenece a los lugares y también a su gente.

__Me sorprende la visión de mi patrimonio. Las alamedas infranqueables, barreras contenedoras del viento cordillerano, protegen tus plantaciones. Las hojas más tiernas de los árboles más altos, escuchan el recitado de los regueros, que cantan entre las hierbas sobre la tierra florida que un rico manjar sustenta.

__Camino de agua sublime, las bardas que te acompañan de oeste a este, destellan la luz del sol durante el día y dejan a la luna espiarte en las horas nocturnas. Desde allí podemos contemplar los senderos y rutas por donde camina el agricultor con su logrado producto, que tu bendita humedad con amor lo alimenta.

__Me parece caminar en un cielo nuboso, pero mi atajo se pierde en el alma de la niebla que inunda temprano el valle y desaparece con elegancia por los senderos. Mientras me deslizo por mi lecho percibo la fragancia de los frutos estivales y el fresco perfume de la vid dorada en las tardes otoñales.

__Con un particular sentimiento de espacio y libertad, me lleno de emoción al sentir con firmeza, de los hombres la gratitud a Dios, por el laberinto de acequias y canales desbordantes, diseñados y construidos por aquellos pioneros poseídos de una entereza que no puede tener comparación. Somos hijos, nietos y biznietos de quienes con tu complicidad absoluta, lograron este vergel, lugar maravilloso que debemos al ensamble de: “El Hombre y El Río”.

En el verde valle, fuente de real riqueza,
vive el productor, lleno de nobleza.
Su faena intensa, infinito amor encierra,
para darnos el fruto, que extrae de la tierra.

Irma Callejas
* Fotografía: Cristian Cornejo

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